

La amenaza tóxica de los "químicos eternos" motiva demandas en el sur de EEUU
Sasha y Jamie Cordle pensaban que su granja en Georgia, en el sur de Estados Unidos, sería un regalo para sus hijos y nietos. Pero en cambio, su apacible campo podría estar envenenándolos.
Las pruebas mostraron que el agua en la zona está contaminada con los llamados "químicos eternos" (PFAS, por su sigla en inglés) en niveles significativamente superiores –decenas de miles de veces– a los límites previstos por la regulación nacional.
La granja de los Cordle está en Dalton, una ciudad de 35.000 habitantes que se enorgullece de ser la "capital mundial de las alfombras".
Pero ahora, las fábricas de las empresas Mohawk Industries y Shaw Industries son acusadas de haber convertido la región en una de las más contaminadas por PFAS del país.
"Nos da miedo", dice Sasha Cordle, de 38 años, empleada junto con su esposo en una empresa de transporte por carretera. Está preocupada por sus cinco hijos, su nieta de dos años y el nieto que espera para octubre.
Los PFAS, o sustancias per y polifluoroalquiladas, son un grupo de más de 10.000 químicos que repelen el calor, el agua, el aceite y las manchas. Desarrollados en la década de 1940, se usan en las sartenes antiadherentes, espumas para apagar incendios y alfombras antimanchas.
Pero estos químicos, que tardan miles de años en descomponerse en el ambiente, actualmente se encuentran en la sangre de casi todos los organismos vivos en la Tierra.
Los fabricantes de alfombras representan la actividad económica principal de Dalton, pero muchos habitantes se están volviendo contra ellos. Junto con otros propietarios, los Cordle han decidido acudir a la justicia.
El abogado Ben Finley lidera la ola de reclamaciones por daños. Hasta ahora, su firma ha presentado 18 demandas.
"Estamos trazando una línea directa entre la contaminación, la pérdida del valor de las propiedades y el costo de la reparación ambiental", explica.
Según él, este proceso es más sencillo que tratar de demostrar una relación con el desarrollo de cánceres, aunque se están evaluando casos de ese tipo.
- En la cadena alimenticia -
Paralelamente, el experto Bob Bowcock toma muestras de agua, suelo y polvo para apoyar científicamente los reclamos legales.
Según él, las fuentes que alimentan estanques y ríos de la zona tienen una contaminación de "180.000 nanogramos/litro", cuando la pauta nacional para agua potable es de apenas 4 nanogramos/litro.
Mohawk Industries, Shaw Industries, así como el gigante químico 3M que produce PFAS, declinaron hablar sobre las demandas. Chemours, otro fabricante de PFAS también acusado, declaró que no tiene fábricas en Georgia y niega cualquier responsabilidad.
En una compleja red de litigios, Dalton Utilities, la entidad que gestiona la red local de agua, también demandó a los fabricantes de alfombras, mientras que Mohawk Industries decidió ir contra 3M.
Los PFAS también se infiltran en la cadena alimentaria, contaminando los huevos, la leche, la carne vacuna y las verduras de hoja que se distribuyen luego en todo el país.
En 2024, el entonces gobierno del demócrata Joe Biden estableció niveles máximos de concentración para seis PFAS en el agua potable. Pero tras su regreso a la Casa Blanca en enero, la administración del republicano Donald Trump revocó algunos de estos límites.
- "Simplemente cruel" -
En Dalton ya se han visto señales alarmantes.
Sasha Cordle, quien se mudó a la granja en 2020, desarrolló dos enfermedades autoinmunes, además de hipertensión y fatiga crónica.
"A veces, al levantarme de la cama, siento que tengo 80 años", afirma.
Uno de sus hijos sufre de fuertes migrañas y las ecografías de su nieto son preocupantes. En la granja, nacieron cabritos sin pelo y con malformaciones.
Greg y Sharon Eads esperaban retirarse en la granja que compraron en 2019 en la zona, pero poseen 50.000 dólares en vacas que ya no sirven para leche o carne.
"No puedo hacer nada con ellas", dijo Greg. Esto se ha convertido "básicamente en un zoológico de animales para acariciar".
Otros han visto sus familias destrozadas.
Teresa Ensley, una gerente de recursos humanos de 57 años, perdió a su hermano, a su padre y a su esposo por el cáncer en solo unos años. Estudios han indicado un vínculo entre los PFAS y tasas elevadas de cáncer de colon.
Ella y su madre, de 81 años, sufren graves problemas de tiroides y tuvieron que hacerse histerectomías.
Mary Janet Clark, de 62 años, quien trabajó para Shaw y Mohawk Industries, se sometió a una cirugía para extirpar sus ovarios después de un cáncer, y ahora tiene un tumor en el cerebro.
"Les ayudamos a construir su empresa y a ganar todo ese dinero", afirma su hijo, David Wray, de 40 años. "Es simplemente cruel".
D.Dubois--JdCdC